martes, enero 12, 2016

David Bowie, el más grande entre los grandes.


Adiós al hombre que cambió al mundo.

Se fue el artista mayor de la historia del rock. Así de simple, así de contundente, así de doloroso. Ningún otro logró por sí solo la dimensión única, inalcanzable, de este hombre que cayó a la Tierra con el poder de transformar a varias generaciones gracias a las canciones, a su imagen en permanente metamorfosis, a su mirada siempre vanguardista, a su facilidad para construir donde no había más que desierto. La influencia de David Bowie no es sólo una cuestión musical: todo su ser está metido en la cultura popular para siempre. Es imposible imaginar cómo sería el mundo si él no hubiese existido. El uso de lo audiovisual como herramienta revolucionaria, la moda como forma de expresión, las semillas de la creación plantadas en millones de personas, la potencia de un mensaje liberador, los cruces de géneros y subgéneros con una naturalidad pasmosa, la forma de asumir el estrellato pop sin dejar de ser un artista de culto… Y el rock, claro. EL ROCK.

Tomemos 1977. No es un año elegido al azar, obviamente, pero tampoco es el único en la carrera de Bowie con un impacto tan enorme. En sólo 12 meses, no sólo ayudó a su amigo Iggy Pop a darle forma (como productor y co compositor) a sus primeros pasos como solista, con los notables The Idiot y Lust for Life, sino que publicó dos discos cruciales para todo lo que vino después: Low y Heroes. En Berlín, en medio de una tonelada de cocaína que provocó que luego no recordara nada sobre esos días, Bowie tomó la intrincada y monolítica influencia del krautrock, la moldeó con la ayuda de Brian Eno y la convirtió en música para las masas. No son sus discos más populares, claro, pero sí de los más influyentes. (Entre muchos otros artistas, Daniel Melero y Richard Coleman, respectivamente, los citan como sus preferidos de todos los tiempos; ahora pensemos qué hubiera sido del rock argentino de los 80 a esta parte sin la apertura mental que generaron Low y Heroes.)

Glam rock. Otro término que no existía hasta que Bowie dejó de ser David y se convirtió en Ziggy por un rato. El período de androginia marciana del artista, entre 1972 y 1973, revolucionó las formas de una sociedad pacata: las propias madres no podían distinguir si esos rebeldes eran chicos o chicas. Pero los jóvenes entendieron todo. Las puertas de la imaginación se habían abierto: no había límites de género, sexo o raza (humana o extraterrestre) que se interpusieran entre esos seres de miradas frescas que convirtieron a Ziggy Stardust en su paradigma. El propio Bowie confesó que le costó distinguir personaje de persona y le puso abruptamente fin a ese período poniéndose el traje de soulman.

Esos cambios de dirección musical y aspecto le ganaron a Bowie el mote de “camaleón del rock”, pero nada estaba más alejado de la realidad. El benemérito animalito se mimetiza con lo que tiene de fondo para pasar inadvertido y cazar a sus presas; el artista se ponía en evidencia frente a una sociedad reprimida y la empujaba hacia adelante. En primer lugar, con su música, en la que tomaba elementos de su propia formación (revisar Pin Ups e ir a los originales es un buen modo de notarlo) y hacía su alquimia. Pero también lo hizo poniéndose un vestido para la portada de The Man Who Sold the World, con su vida de pareja abierta con Angie, cada vez que simulaba hacerle sexo oral a la guitarra de Mick Ronson, cuando hablaba contra el racismo… Sí, tuvo períodos de confusión artística y personal -su adicción a la cocaína influyó mucho en eso-, pero incluso esos pasos en falso cimentaban el siguiente avance.

El cambio más extraño de Bowie fue cuando se convirtió en artista de estadios. Las bases eran sólidas, porque Let’s Dance fue un disco brillante que cruzaba elementos disparatados -la guitarra blusera de Steve Ray Vaughn con la producción funky de Nile Rodgers- y los llevaba a la pista de baile de los 80. Los videos de “Modern Love” y “China Girl” inauguraron una nueva dimensión en la comunicación audiovisual de la música. Y el impacto fue enorme, con giras interminables y discos que decayeron en nivel (el desparejo Tonight y el horrible Never Let Me Down). Más se agrandaba el escenario del tour, peores eran las canciones. Fueron los 80, les pasó a todos los grandes, pero era raro que le sucediera a él, al héroe de otro planeta, al ser de los dos ojos de distinto color que había alimentado el arte como nadie.

Tal vez haya sido el primer indicio de que Bowie era falible y (¡herejía!) humano. Después de reacomodar las piezas, el cantante volvió en buena forma en los 90, aunque ya no estaba un paso adelantado al resto. De hecho, parecía llegar siempre a tiempo para, desde las alturas inconmensurables de su obra pasada, darle el visto bueno a cada artista que destrabara nuevas puertas, desde Pixies hasta Nine Inch Nails. Siempre lo animaba el viejo espíritu: tomar dos elementos que aparentemente no fueran bien juntos y hacerlos funcionar. Lo hizo con el hard rock y el jungle en Earthling, por ejemplo, pero el contexto era diferente. Hasta su retiro después de un aneurisma, sus discos fueron interesantes y disfrutables, ya sin ese filo que cortaba a la sociedad para inocularle el virus del cambio.

Su inesperado regreso con The Next Day y el flamante Blackstar -acaso su testamento- alimentaron desde el silencio del artista las leyendas sobre sus días fuera de las cámaras y las luces. Pero el mito estaba construido desde que la comunicación falló entre el Control de Tierra y el Mayor Tom. La muerte de David Bowie deja un sentimiento de orfandad tan terrible como irreparable. Su arte, en cambio, siempre será el refugio donde encontrar inspiración para cada día.

Sí, fue magia.

Fuente: David Bowie, el más grande entre los grandes
Por Roque Casciero

Podría haber dicho muchas cosas propias, pero este artículo resume lo que muchos (sino todos) pensamos de Bowie.
Como dije hoy en mi Facebook, "Se ha ido el Último HEROE en este lío".

A mi modo de ver, ‪‎Bowie‬ es a la Música, lo que ‎Poe‬ a la Literatura: ‪
"‎El Padre De Todas Las Cosas".‬

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