sábado, diciembre 22, 2007

Gracias finales!!!

Con numerosos invitados, Soda Stereo dio el último concierto de la gira Me verás volver en el Estadio River.



Déjà vu. Para muchos, el último concierto de Soda Stereo se erige como la repetición soñada de algo ya vivido; como la duplicación casi imposible de un hecho que tuvo lugar hace diez años. Con una década de por medio, ¿se puede experimentar dos veces la misma sensación? Aunque el lugar y los tres personajes sean los mismos, muchas cosas cambiaron. Y, después del regreso, la magnánima gira a través de nueve países de América y habiendo batido infinitos récords en cada lugar visitado, ni los miembros del trío ni sus fanáticos pueden conservar en sus mentes la imagen de aquel River, allá por el ..97, sin distorsionarla.
Todo concluye, al fin; otra vez. Aunque los más desesperados deseen que la insospechada, sorpresiva, vuelta de Soda se extienda para siempre, esta noche, una suerte de resignación rige la atmósfera del Monumental. Nada más queda después del fin del regreso; y todos lo saben.

Ya desde el principio de este (segundo) desenlace, a pesar de que algunos elementos propios de todos los shows seguían ahí, el trío sorprendió con el primer cambio en su set list, que se mantuvo casi invariable durante toda la gira. "Si no fuera por", de Nada Personal, fue el segundo tema y, para el séptimo, "Pic-nic en el 4to B" subió Andrea Álvarez y se sumó a la percusión, para revivir escenas de los mejores momentos de Soda, en la etapa de Canción Animal. Luego, y presentado como "un grosso que tocó con Bowie, Lennon y McCartney", Carlos Alomar -productor de Doble vida- agregó su virtuosa guitarra a una versión extendida de "Lo que sangra (La cúpula)", también estrenado en Buenos Aires y "Terapia de amor intensiva", ya en los bises. Y los invitados continuaron apareciendo: Gillespie agregó su trompeta a "Signos" y "Fue"; "alguien que tiene mucho que ver con la historia de Soda", Fabián "Zorrito" von Quintiero, tocó los teclados en "Danza rota" y "Prófugos" y Richard Coleman (otra figura también muy ligada a la historia del trío) tocó en "No existes". Más adelante, y con la amenaza de la tormenta ya disipada y un viento fuerte que erizaba al público, un Monumental otra vez repleto tembló con "De música ligera"; Cerati, muy distendido, no paró de agradecer al público ("el verdadero cuarto Soda") y hasta, en actitud rockstar, rompió su guitarra antes de concluir el solo final de "Sueles dejarme solo".

Entre tema y tema, el canto que caracterizó a aquel "Gracias totales" se volvió a escuchar: "Y no se va, Soda no se va...", todos gritaban, esperanzados. Pero indefectiblemente el final llegó, y luego de que el frontman invitara al escenario a todos aquellos que hicieron posible la puesta de la gira, "Te hacen falta vitaminas" marcó la conclusión real, un regreso al principio. El abrazo de siempre y el verdadero fin de la leyenda más grande del rock en español. Fue.


FUENTE: Revista Rolling Stone

jueves, diciembre 20, 2007

SODA STEREO: El verdadero último concierto!



(Cerati y Alomar, el 03-12-88, Estadio Obras, Presentaciòn de "Doble Vida")


El viernes 21 se baja el telón definitivamente con un show que tendrá nuevos invitados y sorpresas.



Así como en octubre contábamos los días, las horas, los minutos y los segundos para el regreso más esperado en la historia del rock hispano, ahora nos toca ingresar en la cuenta regresiva de lo que será el verdadero último concierto. De dos meses a esta parte, Soda Stereo realizó más de veinte shows por el continente y batió todos los records en cuanto venta de tickets, merchandising y contenido on line. Quizá sin proponérselo, el trío elevó la media y marcó un hito que será difícil de igualar, por lo menos para mercado del rock latinoamericano.

Por todos estos motivos, la despedida (¿definitiva?) de Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti tendrá un sabor especial. En primera instancia, confirmamos de manera exclusiva que, más allá de los invitados estables ya conocidos (Tweety González, Leo García y Leandro Fresco), la fecha del viernes será engalanada por Carlos Alomar. En la noche del martes y durante la presentación del nuevo y recomendable calendario de Gaby Herbstein, Cerati le adelantó a 10Música que el mítico ex guitarrista y colaborador de David Bowie dirá presente sobre las tablas de River Plate acompañándolos.

Para algún desmemoriado, la relación entre Alomar y Soda Stereo no es nueva. Recordemos que en 1988, durante su pico más álgido de popularidad y de expansión internacional, la banda argentina se puso bajo las órdenes del moreno productor, emergiendo como resultado el álbum Doble Vida. Por esos tiempos, además de su labor tras la consola, Alomar también toco guitarras, hizo coros y se despachó con el rap de la canción “En el borde”. Una unión que se solidificó definitivamente cuando, meses más tarde, el ex violero del Duque Blanco viajó a Buenos Aires para la presentación del mismo disco en el escenario descubierto del Estadio Obras Sanitarias.

Sin embargo, las novedades no terminan aquí. Emulando lo que fue el desfile de ex colaboradores que pasaron por el último concierto de 1997, Cerati, Alberti y Bosio recibirán las visitas de Andrea Alvarez, Richard Coleman y Fabián “Zorrito” Von Quintiero, quienes se sumergirán en el túnel del tiempo para revivir sus años stereo. Como si todo esto fuera poco, el set list tendrá modificaciones y se agregarán nuevas canciones que el trío no había desempolvado en toda la gira. Para dejar un halo de suspenso y robustecer el hemisferio de la sorpresa (¡no podemos decirles todo, che!), los nombres de esas composiciones los irán descubriendo el viernes, cuando Soda Stereo haga explotar esta Burbuja en el tiempo y nos deje (siempre) con ganas de más.

Gustavo Bove



FUENTE: 10musica.com



lunes, diciembre 17, 2007

"Trapito": El Final...=(




Que manera de llorar...Aun lo recuerdo (y aun me sigo emocionando al verlo)

Eran tan pequeño por entonces!!!....pero ya tenia ilusiones...y el corazon delator!



miércoles, diciembre 12, 2007

El corazon delator



Edgar Allan Poe


¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.

Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.

Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.

Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.

Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:

-¿Quién está ahí?

Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.

Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.

Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.

Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.

Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.

¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.

Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.

Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.

Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!

Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?

Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.

Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.

Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.

Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!

-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!

FIN

jueves, diciembre 06, 2007

Ja! Maldito Herpes....


Encima de los problemas de salud que me estàs trayendo, me hiciste dejar la barba (?) y el bigote (?) a los 38 por primera vez en mi vida, xD!!!!

La verdad que el bigote me tenia harto...cada vez que comia algo me molestaba bastante!





En fin...Es lo que hay!

Espero recuperarme pronto!

Gracias a todos los que me estàn extendiendo una mano en este momento (no son pocos, y eso....eso en verdad gratifica)

Besos y Abrazos.

Richard.








domingo, diciembre 02, 2007

A Night Like This


Di adiós en una noche como esta
Aunque sea lo último que hagamos
Nunca te habías visto tan perdida
A veces ni siquiera pareces tu
Se hace obscuro
Más obscuro aun
Por favor quédate
Pero te veo como petrificado
Mientras te alejas...
Voy a encontrarte aunque me tome toda la noche
Una cacería de brujas por otra chica
Por siempre jamás es siempre para ti
Tu confianza
La cosa más maravillosamente estúpida que siempre rompo en este mundo
Di hola en un día como hoy
Dilo cada vez que te mueves
La forma como me ves ahora
Me hace desear ser tu
Se hace profundo
Más profundo aún
Este toque
Y la sonrisa y el movimiento de tu cabeza...
Voy a encontrarte aunque me tome toda la noche
No puedo quedarme así por más tiempo
Por siempre jamás es siempre para ti
Quiero que sea perfecto
Como antes...
Quiero cambiarlo todo
Quiero cambiar


sábado, diciembre 01, 2007

1º de Diciembre: "Dia Mundial de la Lucha contra el SIDA"



El VIH/SIDA hizo su aparición en el escenario mundial a principios de los años ochenta. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), actualmente, en el mundo hay más de 45 millones de personas que viven con el VIH/SIDA. Por lo menos la mitad los enfermos de SIDA en argentina no alcanzan los 25 años, siendo mucho mas elevadas las tasas de infección entre adolescentes que entre adultos.



¿Cual es el auténtico origen del sida?
El síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida en castellano y aids en inglés) es una enfermedad de transmisión mayormente sexual que se debe a una mutación o cambio en un virus propio de una especie de mono africano, que pasó a la sangre humana y allí se ha adaptado y reproducido. Se conocen casos, estudiados posteriormente, de personas africanas que se infectaron hace 40 o 50 años, cuando ni la enfermedad ni el virus estaban descritos con perfección.

¿Cómo sería una breve historia del sida ?
La corta historia de la enfermedad está salpicada por varios acontecimientos importantes. Después de descritos los primeros casos en 1981 entre los homosexuales, en 1983 Luc Montagnier descubre el agente causante: el VIH (virus de inmunodeficiencia humana). En 1985 ya estuvieron disponibles las pruebas para analizar qué sangre contenía o no el VIH. En 1983, se manifestó la epidemia del sida también en personas heterosexuales, y en 1985 se habían contabilizado casos en todos los continentes.
Seis años después de su detección, en 1987, se crearon diversos organismos para tratar de contener la rápida propagación. También en esta fecha, la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense, la FDA, autorizó el primer fármaco para tratar el sida. La terapia triple antirretroviral no estuvo disponible hasta 1996. En la actualidad, se investiga en la obtención de una vacuna que frene al virus.


¿ Desde cuándo existe el sida, y a cuántas personas ha afectado ya ?
El sida cumple hoy 26 años con 25 millones de muertes y se le considera como la epidemia del siglo XX. Algunas organizaciones como la ONU anuncian que lo peor está por llegar. 42 millones de personas están infectadas por el virus, la mayoría de ellas en el África subsahariana. En España, más de 72.000 pacientes han sido diagnosticados de sida, de los cuales aproximadamente 35.000 personas ya han fallecido. Se estima que unas 250.000 personas están infectadas por el virus del VIH y de éstas 80.000 reciben tratamiento antirretroviral. El 65% de los enfermos adquirió la enfermedad por su adicción a las drogas, al compartir las jeringuillas, mientras que el 35% lo hizo por transmisión sexual. Las víctimas mortales de sida suelen tener entre 29 y 39 años y pueden haber sido contagiadas hasta diez años antes.

¿ Es lo mismo ser seropositivo que tener el sida ?
El virus VIH es el agente que provoca el sida. Se dice que alguien es seropositivo, cuando ha dado positivo a la prueba con la que se localiza el VIH en una muestra de sangre. Sin embargo, se reserva hablar de que una persona tiene sida para cuando sus niveles de defensas ( CD4 ) están por debajo de 200. El VIH realiza un trabajo destructivo, y cuando nuestro sistema defensivo de la sangre, el sistema inmunológico, está bajo mínimos, es cuando le sobreviene a uno el sida, con las enfermedades asociadas que ello conlleva. Por lo tanto. Rigurosamente se puede decir que toda persona con sida es seropositiva, pero no todos los seropositivos tienen aun el sida.

¿ Están bien definidas las formas de contagio del sida ?
Si, se puede resumir en tres modos de contagio: 1º por relaciones sexuales, 2º por la relación materno-filial durante el embarazo, y 3º por medio de contacto con sangre contaminada (transfusiones, jeringuillas). Cualquier relación sexual con una persona seropositiva aporta el riego de que se haya producido contagio a la persona sana. Una madre puede transmitir la enfermedad a su bebe al dar a luz o al amamantarlo. Por último, las personas que utilizan y comparten jeringuillas en el uso de la droga tiene gran riesgo de contaminarse con el VIH y otros virus.


Besos y Abrazos!

BUENA VIDA!!!