sábado, septiembre 08, 2007

El milagro de dar vida



En noviembre van a cumplirse tres años desde que se vieron por primera vez. Trabajaban juntos y una noche, por casualidad, fueron a bailar al mismo lugar. Y así empezó su historia.
El le contó que hacía 6 años que vivía con VIH y ella lo primero que quiso saber fue: ¿se pueden tener hijos? La respuesta fue un sí y entonces, sin más vueltas, decidieron ir a vivir juntos.

Ella no cree que el VIH sea una razón para dejar de salir con alguien, dice que sólo hay que cuidarse e informarse. Hicieron consultas de todo tipo, fueron juntos a reuniones y hoy quieren tener un hijo. O cuantos les sea posible.

Pero ¿qué sucedería si cuestionaran tus ganas de ser padre por tener VIH?

La maternidad y la paternidad son un derecho innegable.
Sin embargo, en los inicios de la epidemia, a las parejas serodiscordantes o seropositivas se les aconsejaba que no tuvieran hijos porque el riesgo de transmisión del virus al bebé era alto. Tampoco tenían demasiadas chances de adoptar porque la desinformación y la discriminación siempre estuvieron al día para quienes viven con el virus. “Cuando se limita el goce de algún derecho humano fundamental como casarse, tener una familia, trabajar o tener asistencia médica, se lleva a cabo una discriminación negativa, que no está bien vista desde el punto de vista jurídico”, asegura Ignacio Maglio, Coordinador del Servicio de Asistencia Legal de Fundación Huésped, tras referirse a aquellos casos en que el VIH se transforma en una causa de desigualdad.

Hoy, las parejas en las que uno o los dos viven con VIH y quieren tener hijos, disponen de distintas intervenciones para evitar la transmisión durante el embarazo y el parto.
De hecho, según numerosos estudios internacionales,
el riesgo bajo proceso médico es menor al 2%.

Alejandro Krolewiecki, Director de Investigaciones Clínicas de Fundación Huesped, asegura que la fertilización in Vitro es la opción que existe para aquellos que desean tener hijos.En el caso en que el padre tenga VIH, se toma el semen del hombre con el fin de limpiarlo de todas las partes que puedan tener el virus, para luego implementarle los espermatozoides a la madre”, explica.

Y en el caso de que la que tiene VIH sea la futura mamá,
Krolewiecki asegura que el mecanismo es más simple: “En éstas situaciones se puede realizar el implante sin necesidad de lavar el semen.



Y también, algunos pacientes suelen utilizar tratamientos más folclóricos”. Es decir que muchas parejas utilizan métodos artesanales como reunir el semen del hombre, que no tiene VIH en una jeringa sin aguja para luego introducir su contenido en la vagina de la mujer. “El tratamiento que estamos llevando a cabo se llama ICSI. En realidad es el mismo que haría una pareja que tiene problemas de fertilidad, con la diferencia que se debe lavar el semen mediante una técnica que se llama swim up. Después los médicos unen el espermatozoide con el óvulo y se lo transfieren a la mujer”, explica la pareja, que realizó su primer intento la semana pasada. “Es como un colado que hacen del semen. Lo demás es naturaleza”, agregan.

Sin embargo, a pesar de todos los avances científicos, persisten otros temores. “El miedo es económico, porque el VIH no es un impedimento para tener hijos”, cuenta la pareja que acaba de realizarse el
tratamiento ICSI, que cuesta alrededor de $12000, y para el que estuvieron ahorrando casi año y medio.

Por eso, si bien la fertilización asistida resulta una forma segura de evitar la transmisión, Krolewiecki aclara que los tratamientos son muy costosos porque generalmente se realizan en centros privados de salud. “Sería deseable que estos tratamientos fueran ofrecidos de forma gratuita por el sistema público de salud, para que el derecho a la paternidad no siga siendo un beneficio al que acceden unos pocos”, concluyó.

Por su parte, Maglio aclara que “actualmente estamos luchando para que las obras sociales y las empresas de medicina prepaga incorporen estos procedimientos de fertilización asistida que evitan prácticamente en un 100% la transmisión vertical y horizontal”.

Ricardo y Alejandra también quieren tener hijos. Él hace 15 años que tiene VIH. Se enteró por casualidad cuando fue al médico y hoy, junto a su mujer que también vive con el virus, están por comenzar el tratamiento de lavado de semen. “Desbordo afecto, y deseo volcarlo en alguien. Pero no quiero ser el responsable de que mi hijo tenga VIH”, comenta Ricardo ante los miedos de ser papá.

Para cualquier persona,
elegir traer un hijo al mundo es una decisión de esas que se toman pocas veces en la vida.
Muchos son los miedos, las preguntas, pero también las ilusiones.
En el caso de las personas con VIH, una vez que el bebé nace hay mucho por hacer: controles periódicos, el bebé debe tomar AZT durante los primeros 45 días, la mamá no puede darle de amantar a su hijo y hay que pasar por diversos análisis hasta asegurarse de que el bebé no contrajo el virus.

Aprender a ser padres tampoco es tarea sencilla, pero dar vida es un milagro.

Y Priscila lo sabe. Ella ya era mamá cuando, hace 10 años se enteró de que vivía con VIH. Hace 5 meses fue mamá por segunda vez. Ella no consultó si podía tener más hijos porque “nunca es en realidad el momento justo por los cuidados que hay que tener, por los tratamientos, y porque la carga viral debe ser indetectable”. “Mi hijo llegó como un deseo del inconsciente, fue una sorpresa”, agrega Priscila, quien repite que con los cuidados necesarios y con mucha contención, “se puede”. Ella lo sabe mejor que nadie. Vos, ¿Qué harías en su lugar? ¿Cuáles serían tus miedos?



FUENTE: Clarin.com/espacio-positivo


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